Perspectiva criminológica sobre las adolescentes:
examinando los modelos teóricos de la delincuencia femenina
Criminological Perspective on Adolescent Girls: Examining Theoretical Models of Female Delinquency
Aura Itzel Ruiz Guarneros *
* Maestra en Criminología y Política Criminal, investigadora-asistente del inacipe y miembro honoraria de la Fundación Neurociencias Aplicadas al Derecho (fnad). Contacto: aura.ruiz@inacipe.gob.mx. orcid: https://orcid.org/0000-0002-7406-9479
Perspectiva criminológica sobre las adolescentes: examinando los modelos teóricos de la delincuencia femenina Criminological Perspective on Adolescent Girls: Examining Theoretical Models of Female Delinquency Aura Itzel Ruiz Guarneros Instituto Nacional de Ciencias Penales |
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Resumen: Este artículo trata sobre la delincuencia femenina, específicamente de las adolescentes. Se analizarán algunas de las teorías criminológicas y su relación causal. Aunque se sabe sobre los factores de riesgo y protección para ellas, todavía existen lagunas significativas en la investigación criminológica. Se necesita resaltar la importancia de realizar investigaciones sobre el tema de delincuencia femenina, contemplando el aumento que existe de las adolescentes en el sistema de justicia, a fin de desarrollar estrategias efectivas de prevención e intervención de acuerdo con sus necesidades. |
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Abstract: This article deals with female delinquency, specifically adolescent girls, and will discuss some of the criminological theories and its relationship. Although it is known about risk and protective factors for such adolescent girls there are still significant gaps in criminological research. The importance of conducting research on the issue of female delinquency, considering the increasing number of adolescent girls in the justice system, needs to be emphasized to develop effective prevention and intervention strategies according to their needs. |
Palabras clave: Criminología, Adolescentes, Teoría, Delito, Sistema de justicia. |
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Keywords: Criminology, Adolescents, Theory, Crime, Justice system. |
Sumario:
I. Introducción. II. Marcos teóricos aplicados. III. Las adolescentes en conflicto con la ley. IV. Diferencias de género en los factores de riesgo y de protección. V. Reflexión final. VI. Fuentes de consulta.
I. Introducción
Históricamente, la delincuencia femenina ha sido ignorada o presentada de manera estereotipada (Heidensohn, 1968; Wright, 2006). Sin embargo, en la criminología surgió una crítica de la falta de análisis e interés de los delitos cometidos por mujeres; esto generó, en la segunda mitad de la década de los setenta, un nuevo enfoque, tomando en cuenta el feminismo (Tiby, 1987; Ruiz, 2024). Como es sabido, las teorías criminológicas clásicas muestran escaso interés en comprender a la delincuencia de las niñas, adolescentes y mujeres, así como las diferencias en los patrones de delincuencia entre mujeres y hombres (Zedner, 1991).
Por supuesto, existen algunos ejemplos de trabajos de investigadores y teóricos que han expuesto que la investigación criminológica tradicional es deficiente a la hora de explicar la vinculación con la delincuencia y los delitos cometidos por niñas, adolescentes y mujeres, y que concede una baja prioridad de la perspectiva de género en los marcos teóricos tradicionales (Belknap y Holsinger, 2006; Daly y Chesney-Lind, 1988). Los teóricos han dado varias razones que justifican los marcos específicos, incluidas las diferencias biológicas, en la socialización de niñas y niños, en la conducta delictiva, el sexismo y las posibles diferentes vías de acceso a la delincuencia y criminalidad (Belknap y Holsinger, 2006; Chesney-Lind, 2006; Masson y Booth, 2022).
Con el paso del tiempo han surgido teorías y modelos específicos con perspectiva de género. Aunque también se utilizan teorías generales sobre el crimen y la delincuencia para niñas, adolescentes y mujeres. Este artículo proporciona información relacionada con algunas de las posiciones teóricas específicas que caracterizan gran parte de la literatura relacionada con niñas y adolescentes en el sistema de justicia, ya que según la literatura, las niñas han tenido menos probabilidades que los niños de involucrarse en el sistema de justicia (Miller et al., 2010).
El aumento de la proporción de casos que involucraban a niñas y adolescentes durante la década de los noventa condujo a una mayor atención de las necesidades de estas en el sistema de justicia y a cómo estas necesidades pueden diferir con respecto a niños y adolescentes. Aunque las niñas y adolescentes todavía están subrepresentadas en la mayoría de las etapas del sistema de justicia, su representación es mayor hoy en día (Yang, 2021; McCarter, et al., 2023).
Por ende, algunos investigadores han postulado que las necesidades únicas de las niñas y adolescentes no siempre se satisfacen cuando se involucran en el sistema de justicia, debido al énfasis en atender a los niños y adolescentes, quienes están sobrerrepresentados en casi todas las áreas de la justicia (Anderson y Walerych, 2019; Foley, 2008; Goodkind, 2005). Por lo tanto, se tendrían que explorar las tendencias en la participación de niñas y adolescentes en el sistema de justicia, cómo es su contacto con este, los factores de riesgo, las necesidades únicas, los marcos teóricos que explican la participación de ellas, etcétera.
II. Marcos teóricos aplicados
A. Criminología feminista
La segunda ola1 del feminismo, a mediados del siglo xx, condujo a un renovado interés por las delincuentes femeninas. La idea de que la liberación de la mujer conduciría a un aumento de la delincuencia femenina no es completamente nueva. Por ejemplo, Sutherland (1947), en su libro clásico sobre los Principios de criminología, sostuvo qua medida que los roles sociales de hombres y mujeres convergían, los niveles de delincuencia entre las mujeres aumentarían y gradualmente se acercarían al de los hombres. Esta hipótesis trajo mucha atención en el área criminológica; derivado de ello, a principios de la década de los setenta, se publicaron algunas obras relevantes partiendo del feminismo liberal, contemplando una perspectiva de género. Entre los que se encuentran:
El aporte de Smart destacó la escasez de material sobre la delincuencia femenina y que el poco material existente carecía de una actitud crítica sobre los estereotipos sexuales dirigidos a las mujeres adultas y adolescentes. Actualmente existe un creciente desarrollo en la criminología feminista y se pueden distinguir algunas áreas principales a las cuales se les ha dedicado mayor atención (véase Figura 1).
Figura 1. Temas abordados por la criminología feminista
Fuente: Smart, 1977, citado en Ruiz, 2024: 84.
La relación entre el feminismo y la criminología está impregnada de una rica exploración de métodos, disciplina, epistemología y política. Los académicos, en el campo de la criminología, han cuestionado a lo largo de los años algunos de los supuestos de ceguera de género en la criminología para crear espacio para las voces y experiencias de las niñas, adolescentes y mujeres. Por lo tanto, el término “criminología feminista” se refiere a un marco teórico amplio y profundo (véase el Cuadro 1).
Cuadro 1. Definición de criminología feminista
Criminología feminista |
Una criminología transgresora, “creadora de espacios ‘sólo de las mujeres’, colocando en un lugar central los estudios de este género por razones políticas y teóricas. Transgrediendo la atadura del tejido del co-hombre, es decir, estudiando a las mujeres como las mujeres y comparando diferentes tipos de mujeres, en lugar de comparar hombres y mujeres, quitando la atención en el varón como la ‘vara de medir’” (Cain, citada por Durán Moreno, 2009: 11). |
“Esta corriente crítica supuso que se empezara a cuestionar desde una perspectiva feminista la literatura criminológica existente denunciando los sesgos patriarcales, el androcentrismo o la escasez de estudios sobre las mujeres” (Hernández, 2021: 236). |
“La criminología feminista se centra en documentar las experiencias de las mujeres y adolescentes delincuentes en sí mismas, dejando a un lado los estudios androcéntricos que comparaban los actos delictivos femeninos con los masculinos” (Chesney-Lind y Shelden, citada por Quiroga-Carrillo, 2019: 92). |
La criminología feminista, también conocida como criminología de la mujer, se ha definido como una rama de la criminología que específicamente “intenta explicar las causas y los resultados del comportamiento delictivo desde una perspectiva particular: a saber, la de las mujeres” (Dunbar, 2021: 469). |
Fuente: Elaboración propia
Durante sus pocas décadas de existencia, la criminología feminista ha pasado por algunas etapas, tal como se menciona a continuación:
Según, Daly y Chesney-Lind (1988) distinguen dos etapas en el desarrollo de la criminología feminista. La primera, enfocada en cubrir los vacíos que había dejado el estudio de la delincuencia en los principales ámbitos de la disciplina, realizando críticas sobre las que poder elaborar teorías más sofisticadas en las que incluir las cuestiones de género. Se establecieron tres ejes principales de estudio: mujeres como delincuentes, mujeres como víctimas y mujeres como trabajadoras del sistema de justicia. (Britton, 2000)
La segunda fase representa su consolidación, con la aportación de numerosos trabajos teóricos y empíricos, diversificando los intereses de estudio y creando nuevas líneas temáticas, “como la relación entre victimización y crimen, la eterna dicotomización de las mujeres −como víctimas inocentes o severas criminales—, las discriminaciones presentes en el sistema de justicia criminal, la variación entre la delincuencia de mujeres y adolescentes. (Daly y Chesney-Lind, citado por Quiroga-Carrillo, Moledo, 2019: 93)
Con ello se pretende tener algunas teorías feministas que subrayen las diferencias entre las experiencias de niñas y niños como un componente crucial para comprender la delincuencia y destacar los acontecimientos tempranos en la vida de una niña, como el abuso y el abandono, factores de riesgo significativos para la conducta delictiva de las niñas (Belknap y Holsinger, 2006; Foley, 2008; Holsinger, 2000; Sutton y Simons, 2021; Chan 2021). Algunas criminólogas feministas sostienen que, si bien niñas y niños pueden enfrentar factores de riesgo similares, sus respuestas cognitivas y emocionales a estos problemas son diferentes (Méndez, 2021; Hoi, 2000; Jones y Pierce, 2022).
Las deficiencias de las teorías de la delincuencia, en lo que respecta a las niñas y adolescentes, han sido bien documentadas por una variedad de estudiosas feministas durante los últimos años (por ejemplo, Belknap, 2020; Campbell, 1981; Chesney-Lind y Shelden, 2013; Simpson, 1989). Ellas concluyeron que los teóricos generalmente ignoraban a las niñas, o peor aún, eran retratadas de manera sexista y superficial, lo cual trajo consigo la evaluación de esos postulados. A continuación, se menciona algunas (véase Cuadro 2).
Cuadro 2. Otros marcos teóricos
Teoría relacional-cultural La teoría relacional-cultural —que se desarrolló inicialmente para comprender las experiencias psicológicas de las mujeres— enfatiza la centralidad de las relaciones en la vida de las personas (Comstock et al., 2008; Jordan y Hartling, 2002). Varios investigadores han utilizado este modelo de desarrollo humano para explicar las conductas agresivas y delictivas de niñas, adolescentes y mujeres para desarrollar programas específicos para ellas (por ejemplo, Cannon et al., 2012). |
Paternalismo judicial El paternalismo judicial se centra en el papel de los responsables de la toma de decisiones oficiales y sugiere que los sistemas de justicia son instituciones con normas patriarcales tradicionales que tratan a las niñas, adolescentes y mujeres de manera diferente a los niños y hombres. Una de las principales interpretaciones del paternalismo judicial es la “caballerosidad”, que da como resultado que ellas sean tratadas con mayor indulgencia que sus homólogos (Bishop y Frazier, 1992; Gruhl et al.,1984). Otra interpretación del paternalismo judicial es la hipótesis de la “mujer mala”, que postula que las ellas reciben un trato más severo por ciertos delitos cuando violan las normas de género (Spivak et al., 2014). Al igual que el paternalismo, el marco de la masculinización explica las nociones simplistas de feminidad “buena” y “mala”, que “permiten la estigmatización de algunas niñas, adolescentes y mujeres si se desvían del camino de los roles impuestos (pasiva, sumisa y restringida) “feminidad” (Chesney–Lind, 2006). |
La interseccionalidad El marco teórico de la interseccionalidad destaca la importancia de cómo el género, la raza y la clase influyen en los resultados del curso de la vida, especialmente en lo que se refiere al privilegio y la opresión (Krumer-Nevo y Komem, 2013; Potter, 2006). El marco de la interseccionalidad considera el género y la raza simultáneamente, en lugar de separar cada uno en categorías individuales y asumir que todos los individuos dentro de cada categoría comparten las mismas experiencias (Leiber et al., 2009). |
Fuente: The Office of Juvenile Justice and Delinquency Prevention’s (2017).
También se utilizan otros marcos teóricos para explicar la delincuencia de niñas y adolescentes. Entre ellos se incluye el modelo de contexto de riesgo, que se centra en factores biológicos y sociales, el cual sostiene que el desarrollo puberal temprano conduce a la exposición a más factores de riesgo de delincuencia (Haynie, 2003); la perspectiva de la psicopatología del desarrollo, que integra una comprensión de los factores de riesgo y protección social, psicológica, biológica y ambiental que influyen en las trayectorias de desarrollo de niñas y adolescentes hacia la delincuencia o lejos de ella (Kerig y Schindler, 2013); y teorías de sistemas ecológicos, que se concentran en las interacciones entre los individuos y sus entornos sociales y cómo estas interacciones afectan el comportamiento individual (Duerden y Witt, 2010; Javdani y Allen, 2016).
III. Las adolescentes en conflicto con la ley
La adolescencia es un período de la vida marcado por cambios y desafíos en el desarrollo que sientan las bases para la transición a la vida adulta (Crone y Dahl, 2012). Este período de desarrollo puede caracterizarse por el crecimiento y el desarrollo, por ejemplo, la progresión hacia la independencia y el descubrimiento de la propia identidad, pero también por niveles crecientes de conductas de riesgo, como escaparse de casa, ausentismo escolar, beber alcohol, consumir drogas y cometer actos delictivos (Moffitt et al., 2002; Sweeten, et al., 2013).
La mayoría de las personas que en algún momento de su vida cometen delitos lo hacen durante la adolescencia, cuando los actos delictivos son diez veces más comunes que en otros períodos de la vida (Hirschi y Gottfredson, 1993; Moffitt, 1993). Tanto los datos autodeclarados como las estadísticas de arrestos muestran que los adolescentes son el grupo de edad más activo en materia de delincuencia. De hecho, uno de los hallazgos más sólidos en el campo de la investigación sobre la delincuencia es la curva de edad-delincuencia (Loeber, et al., 2017; Sweeten et al., 2013).
Dado que la tasa de criminalidad es tan alta durante la adolescencia, la delincuencia en adolescentes puede considerarse una conducta normal y no una conducta diferente durante este período de la vida (Moffitt, 1993). Para la mayoría de los adolescentes, cometer delitos es una fase de transición en un proceso de desarrollo para lograr la emancipación, el respeto y la independencia (Moffitt, 2018). Gran parte de la conducta delictiva puede verse como una extensión de la experimentación arriesgada, que es común en la adolescencia y parte de la transición a la edad adulta, y que la mayoría de los adolescentes superarán con el tiempo (Laub y Sampson, 2001). Algunos investigadores incluso sostienen que la mayor toma de riesgos durante la adolescencia puede tener hasta cierto punto un origen biológico y, posiblemente, ser un factor de riesgo (Steinberg, 2017).
La mayoría de los estudios a gran escala que guían la teoría y las intervenciones relacionadas con la delincuencia, se han basado en muestras exclusivamente masculinas, por ende, la necesidad de realizar investigaciones sobre la delincuencia femenina, así como la participación de las niñas y adolescentes. Dicha necesidad de realizar investigaciones sobre la delincuencia en esta población se ve resaltada por el hecho de que los datos oficiales sobre las detenciones muestran un sorprendente aumento en la proporción de las adolescentes involucradas en el sistema de justicia (Blumstein, 2002; Kerig y Ford, 2014; Arora, 2023).
Las mujeres y niñas son una minoría de la población carcelaria mundial (7%), pero su número ha aumentado a un ritmo más rápido que el de los hombres: “mientras que la población carcelaria masculina aumentó alrededor de un 22% entre 2000 y 2022, el número de mujeres y niñas en prisión ha aumentado casi un 60% en el mismo período, alcanzando ahora un total de más de 740 000” (Penal Reform International, 2023: 8).
A nivel internacional más de 200 000 mujeres y adolescentes se encuentran en los Estados Unidos de América (211 375), China (145 000), Brasil (42 694), Rusia (39 120), Tailandia (32 952), India (22 918), Filipinas (16 439), Vietnam (15 152), Indonesia (13 709), México (12 782), Turquía (12 242) y Myanmar (9 807) (World Prison Brief, 2022: 2). Existen algunas explicaciones posibles para la tendencia creciente de la delincuencia femenina, que van desde factores económicos hasta factores sociales y culturales. Para diseñar mejores políticas que contrarresten el aumento de la delincuencia femenina, es fundamental comprender qué impulsa a las mujeres a cometer dichos actos.
Específicamente, sobre los datos de la situación de la población de adolescentes en México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi), en su Encuesta Nacional de Adolescentes en el Sistema de Justicia Penal, edición 2022 (enasjup), señala que, del total de la población de mujeres adolescentes en el Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes:
El 63.2% cumplía una medida de sanción en externación y 27.6%, una de internamiento, el 43.2% estuvo embarazada alguna vez en su vida y 23.2% ha tenido, al menos, un aborto, manifestaron haber sufrido algún tipo de violencia física al momento de su detención. El 66.6% de las mujeres fueron pateadas o golpeadas con las manos y a 48.4% les aplastaron su cuerpo o alguna parte de él con algún objeto o con el cuerpo de otra persona, el 78.5% contó solamente con defensoría de oficio durante el proceso judicial. (inegi, 2022: 4-10)
Asimismo, el 24.8% de la población de mujeres procesadas contó solamente con defensoría privada, en una medida de sanción en externación, 45.2 % trabajaba o realizaba alguna actividad para generar ingresos. De esta población, 23.5 % declaró haber sido comerciante, empleada en ventas y agente de ventas, que aquellas cumplían con una medida de sanción en externación, 91.6 % consideró que, una vez cumplida su medida de sanción, podría tener una reinserción escolar. (inegi, 2022: 11-16)
Por lo tanto, la participación de niñas y adolescentes en el sistema de justicia es una preocupación importante, por lo que se necesita una mayor atención para desarrollar, probar e implementar intervenciones efectivas para las mujeres que corren el riesgo de ingresar al sistema de justicia, están actualmente involucradas en él o están saliendo del sistema.
IV. Diferencias de género en los factores de riesgo y de protección
La teoría y la investigación científica adoptan dos enfoques diferentes para analizar cómo se desarrolla la violencia juvenil: uno que se centra en el inicio de la conducta violenta y su frecuencia, patrones y continuidad a lo largo de la vida, y otro que se centra en la aparición de factores de riesgo en diferentes etapas de la vida. Describe dos trayectorias de desarrollo para el inicio de la conducta violenta: una en la que la violencia comienza en la infancia (antes de la pubertad) y continúa hasta la adolescencia, y otra en la que la violencia comienza en la adolescencia (Hein et al., 2004).
Los conceptos de riesgo y protección son parte integral. Un factor de riesgo es todo aquello que aumenta la probabilidad de que una persona sufra daño. Un factor de protección es aquello que disminuye el efecto potencialmente nocivo de un factor de riesgo (Redondo y Pueyo, 2007). Los factores de riesgo aumentan la probabilidad de que un joven se vuelva violento, mientras que los factores de protección protegen al joven contra esos riesgos (Office of the Surgeon General (US); National Center for Injury Prevention and Control [US]; National Institute of Mental Health [US]; Center for Mental Health Services [US], 2001; Masson y Booth, 2022). El enfoque para abordar la violencia juvenil implica identificar los factores de riesgo y de protección, determinar cómo funcionan, hacer que el público conozca estos hallazgos y diseñar programas para prevenir o detener la violencia, encaminadas a una política criminal (Hein et al., 2004).
Los factores de riesgo de la violencia no son estáticos. Su valor predictivo cambia según el momento en que se producen en el desarrollo de un joven, en qué contexto social y en qué circunstancias (Redondo y Pueyo, 2007). Los factores de riesgo pueden encontrarse en el individuo, el entorno o la capacidad del individuo para responder a las demandas o requisitos del entorno (Office of the Surgeon General (US); National Center for Injury Prevention and Control (US); National Institute of Mental Health (US); Center for Mental Health Services (US), 2001). Algunos factores entran en juego durante la infancia o incluso antes, mientras que otros no aparecen hasta la adolescencia (González, 2019).
Algunos están centrados en la familia, otros en el vecindario, la escuela o el grupo de compañeros. Algunos disminuyen a medida que la persona madura, mientras que otros siguen a través de la vida. Asimismo, algunos factores son más o menos potencialmente riesgosos en una etapa de desarrollo que en otra, y los factores que pueden iniciar la violencia no son los mismos que pueden impedir que continúen (Tanner-Smith et al., 2019; Office of the Surgeon General [US]; National Center for Injury Prevention and Control [US]; National Institute of Mental Health [US]; Center for Mental Health Services [US], 2001).
Se ha demostrado que los factores de riesgo y de protección relacionados con la delincuencia de las niñas y su participación en el sistema de justicia juvenil son, en general, paralelos a los de los niños (Fagan et al., 2007; Zahn et al., 2010; Lin y Miller, 2020). Sin embargo, existen claras diferencias entre la participación de niñas y niños en el sistema de justicia, y los investigadores han examinado si estas diferencias pueden explicarse por variaciones en la exposición a los factores de riesgo y de protección y su influencia, véase la Tabla 1 (Day et al., 2015; Haynie, Liu y Miller, 2020; Zahn et al., 2010).
Tabla 1. Factores de riesgo tempranos y tardíos de violencia entre los 15 y los 18 años, y factores de protección propuestos, por dominio
Dominio |
Factor de riesgo |
Factor protector * |
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Inicio temprano (6-11 años) |
Inicio tardío (12-14 años) |
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Individual |
Delitos generales |
Delitos generales |
Actitud intolerante hacia la desviación |
Consumo de sustancias |
Condición psicológica |
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Ser hombre |
Inquietud |
Alto coeficiente intelectual |
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Agresión ** |
Dificultad para concentrarse ** |
Ser mujer |
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Condición psicológica |
Toma de riesgos |
Orientación social positiva |
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Individual |
Hiperactividad |
Agresión ** |
Sanciones percibidas por las transgresiones |
Conducta problemática (antisocial) |
Ser hombre |
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Violencia física |
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Exposición a la violencia televisiva |
Actitudes y creencias antisociales |
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Delitos contra las personas |
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Médico, físico |
Conducta problemática (antisocial) |
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Coeficiente intelectual bajo |
Coeficiente intelectual bajo |
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Actitudes y creencias antisociales Deshonestidad ** |
Consumo de sustancias |
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Familia |
Bajo nivel socioeconómico/pobreza |
Malas relaciones entre padres e hijos |
Relaciones cálidas y de apoyo con los padres u otros adultos. |
Disciplina dura y laxa; control y supervisión deficientes |
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Padres antisociales |
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Malas relaciones entre padres e hijos |
Baja participación de los padres |
Evaluación positiva de los padres sobre sus compañeros |
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Disciplina severa, laxa o inconsistente |
Padres antisociales |
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Hogar roto |
Vigilancia parental |
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Hogar roto |
Bajo nivel socioeconómico/pobreza |
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Separación de los padres |
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Otras condiciones |
Padres abusivos |
||
Familia |
Padres abusivos |
Otras condiciones |
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Descuido |
Conflicto familiar** |
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Escuela |
Mala actitud, desempeño |
Mala actitud, desempeño |
Compromiso con la escuela |
Fracaso académico |
Reconocimiento por participación en actividades convencionales |
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Grupo de pares |
Lazos sociales débiles |
Lazos sociales débiles |
Amigos que tienen un comportamiento convencional |
Compañeros antisociales |
Compañeros antisociales y delincuentes |
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Membresía de pandillas |
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Comunidad |
Crimen en el barrio, drogas |
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Desorganización del barrio |
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Fuente: Office of the Surgeon General et al., 2002:1.
V. Reflexión final
La delincuencia femenina es un tema complejo que requiere una comprension integral de teorías, factores de riesgo y protección. Desafortunadamente, la criminología ha descuidado el papel del género como un predictor significativo o una vía hacia el comportamiento criminal de hombres o mujeres. En las últimas décadas, la delincuencia femenina se ha convertido en un foco de atención para el reconocimiento y la atención separada de la masculina. La investigación tradicional sobre el crimen ha sido limitada en la comprensión de las vías de delincuencia femenina, así como las motivaciones para delinquir, e inclusive en el conocimiento de los predictores del desarrollo de una carrera delictiva. Por ello, la perspectiva de la criminología feminista examina el crimen, la justicia penal y el control social a través de una lente con perspectiva de género.
VI. Fuentes de consulta
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1 La historia del feminismo moderno se puede dividir en cuatro partes que se denominan olas. Cada ola marca un período cultural específico en el que se sacan a la luz cuestiones feministas específicas. En este sentido: a) La primera ola del feminismo tuvo lugar a finales del siglo xix y principios del xx, surgiendo de un entorno de industrialismo urbano y política socialista liberal. El objetivo de esta ola era abrir oportunidades para las mujeres, con un enfoque en el sufragio; b) La segunda ola comenzó en la década de 1960 y continuó hasta la década de 1990. Esta ola se ocupó de la desigualdad en las leyes, así como desigualdades culturales y el papel de la mujer en la sociedad; c) La tercera ola de feminismo comenzó a mediados de los años noventa, y fue informada por el pensamiento poscolonial y posmoderno. En esta fase se desestabilizaron muchos constructos, incluidas las nociones de feminidad universal, cuerpo, género, sexualidad y heteronormatividad; y d) El feminismo de la cuarta ola se entiende como una continuación de la tercera ola, ya que las mujeres continúan luchando contra muchos de los mismos problemas en torno al sexismo arraigado (Mohajan, 2022: 10-18).