Empeñado en lograr objetivos que rebasan los límites de sus fuerzas, el ser humano ha creado máquinas que, además de realizar labores arduas con mayor eficacia de la que alcanzaría un mortal, se encaminan a imitar la capacidad cognitiva de sus hacedores hasta donde sea posible. Lo anterior representaría el culmen de la inteligencia artificial y cimbraría al entramado social de modo inédito. La amenaza al concepto jurídico de persona y, desde luego, a sus derechos y a los medios para protegerlos, obligaría a la ciencia jurídica a reinventarse para moderar una realidad nueva que, al igual que la actual, precisaría arrojo institucional y principios éticos para sostenerse.

En el caso de las ciencias penales, la evolución de los sistemas de cómputo ha facilitado la procuración de justicia, al perfeccionar diversos métodos para prevenir el delito o, en su caso, aprehender al perpetrador. Sin embargo, estos avances no siempre observan la obligación estatal de resguardar los derechos humanos; a modo de ejemplo, la videovigilancia extrema en las urbes y la recolección masiva de datos personales repercuten en el ejercicio del derecho a la privacidad y a la identidad, entre otros, lo cual socava la confianza en las instituciones y polariza a la sociedad, poniendo ideas tecnófilas en pugna con el afán de resguardar la dignidad por la vía jurídica.
Si a lo anterior se agrega la opción de que la función judicial quede a merced de máquinas, so pretexto de que la subjetividad humana se traduce siempre en errores, es probable que en el futuro destaque un sistema de integración jurisprudencial “por algoritmos”, que sepulte de una vez la evolución del pensamiento ponderativo enderezado a impartir justicia. En cierta medida, escenarios de esta índole aún son hipotéticos, como se desprende de los artículos contenidos en este número de la Revista Mexicana de Ciencias Penales, dedicado al impacto que la inteligencia artificial ha tenido y acaso tendrá en las disciplinas que analizan y pretenden controlar el fenómeno delictivo.

Tocará al lector, en su fuero interno, cavilar sobre el tipo de valores que le gustaría mantener y fomentar en las generaciones venideras, y que difícilmente se apreciarán alguna vez en criaturas no humanas.
                                                                                                                                           Sergio Alonso Rodríguez
                                                                                            Director de la Revista Mexicana de Ciencias Penales

Publicado: 2021-05-20